Querid@ herman@ no se como has "tropezado" con esta web de "reflexiones de un cura inquieto", pero me alegro.
Esta web es un espacio donde este presbítero diocesano quiere compartir vivencias, pensamientos, reflexiones, homilías y colaboraciones de todo tipo...
No hago teología "de libro" sino teología encarnada en la pastoral desde las claves de la ternura y misericordia como nos lo propone el bueno de nuestro Papa Francisco. Creo en el Dios de Jesús, en la iglesia como comunidad de hermanos y casa de acogida. Escogí como lema de ordenación aquello que dijo San Juan Bosco al final de su vida cuando elogiaban su obra; "Ella lo ha hecho todo".
Esta web es un espacio donde este presbítero diocesano quiere compartir vivencias, pensamientos, reflexiones, homilías y colaboraciones de todo tipo...
No hago teología "de libro" sino teología encarnada en la pastoral desde las claves de la ternura y misericordia como nos lo propone el bueno de nuestro Papa Francisco. Creo en el Dios de Jesús, en la iglesia como comunidad de hermanos y casa de acogida. Escogí como lema de ordenación aquello que dijo San Juan Bosco al final de su vida cuando elogiaban su obra; "Ella lo ha hecho todo".
Este proyecto surgió por el ánimo y el empuje de varias personas que me animaron a lanzarme al ciber-espacio. En ese momento a mi enfermedad renal tenía que dedicarle 3 veces por semana 4 horas por sesión a la hemodiálisis... Es por ello que en esas horas me daba mucho tiempo para rezar, escribir y reflexionar. Y les dije que adelante con la web. El 4 de agosto del 2016, recibí el anhelado trasplante de riñón; ahora dedico ese tiempo a este apostolado pero sin ataduras hospitalarias.
Llevo una parroquia en Irún (diócesis de San Sebastián), una capellanía de religiosas, y colaboro en otras, sirvo en la consiliaria del movimiento de Cursillos de Cristiandad y colaboro en la pastoral de Migrantes en mi zona. Mi pertenencia a la Orden de Predicadores por medio de la Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo, me hace estar siempre al servicio de la Palabra, por eso a menudo doy retiros y encuentros con religiosas y laicos.
Mis fuentes son la Sagrada Escritura, los sant@s y sobre todo el apostolado con pobres, enfermos, religios@s y todo lo que hago en nombre de Jesús de Nazaret... Aquí tienes un hermano para lo que necesitéis.
Iñaki Benito - Pbro.
A.M.D.G.
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Postado Por : Reflexiones de un cura inquieto
sábado, 20 de mayo de 2017
Lo hemos oído
en los Hechos de los Apóstoles: “De muchos poseídos salían los espíritus
inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban”. En
realidad, a la ciudad de Samaria no había llegado un médico capaz de remediar toda
enfermedad, ni tampoco un mago capaz de dominar con sus poderes las fuerzas del
mal; a Samaria había llegado sólo la palabra que “predicaba a Cristo”.
Llegaba la palabra, y retrocedía el mal. Llegaba la palabra, y “de muchos
salían los espíritus inmundos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban”.
Mientras
escuchabas la narración, tu corazón daba testimonio de que estabas oyendo la
verdad, pues también a tu vida había llegado la palabra que “predicaba a
Cristo”, y tú habías sido liberado, habías sido curado, habías sido
redimido, habías sido salvado.
Y cuando el lector
dijo: “La ciudad se llenó de alegría”, ya no pensaste en Samaria, sino
en ti mismo y en la asamblea de la que formas parte, porque, desde que acogiste
la palabra que “predicaba a Cristo”, se te ha dado un gozo que nadie
podrá quitarte, el mismo que tienen los que están contigo en esta asamblea
santa. En verdad se os puede llamar, “la ciudad que Dios llenó de alegría”.
Luego el lector
añadió: “Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”. Entonces
tu pensamiento te llevó, no a Samaria sino a la Iglesia en la que fuiste
bautizado, a la fuente en la que naciste del agua y del Espíritu, al obispo que
te confirmó, a todas las asambleas eucarísticas en las que, recibiendo a Cristo
Jesús, has recibido de él el Espíritu que te transforma en ofrenda agradable a
los ojos de Dios.
Después de
oír lo que el Señor ha hecho contigo, necesitas contarlo y cantarlo: “Venid
a escuchar; os contaré lo que ha hecho conmigo”. “Aclamad al Señor,
tocad en honor de su nombre, cantad a su gloria”. Cuéntalo una y otra vez a
tu corazón, deja memoria de las obras de Dios en todos los rincones de tu vida,
en todas las estancias de tu ser, de modo que siempre cante quien siempre
recuerda, quien siempre agradece, quien siempre ama. Cuéntalo a la creación
entera, para que toda ella cante contigo la gloria de Dios.
Con todo,
todavía no has hecho más que acercarte al misterio de salvación que estás
celebrando. Acoger la palabra que “predica a Cristo”, significa en realidad
“amar a Cristo”, y también “guardar sus mandamientos”. Si acoges
la palabra que “predica a Cristo”, la gracia te redime; si amas a
Cristo, él le pedirá al Padre que te dé otro Defensor que esté siempre contigo,
el Espíritu de la verdad. Si acoges la palabra que “predica a Cristo”,
Dios llenará de alegría la ciudad; si amas a Cristo, guardarás sus mandamientos,
y el Padre te amará, Cristo te amará, Cristo se te revelará. Si acoges la
palabra que “predica a Cristo”, pasarás de la esclavitud a la libertad,
del pecado a la gracia, de la muerte a la vida; si amas a Cristo, guardarás su
palabra, y el Padre te amará, y vendrán a ti, y harán morada dentro de ti. Tú
acoges la palabra de Dios, y es para ti la Pascua del Señor, el paso liberador de Dios por
la vida de los esclavos; tú acoges la palabra de Dios, y tu vida se llena de
alegría porque se ha llenado de Dios.
Ahora ya
puedes cantar el cántico nuevo, el de la Pascua última: “Grandes y maravillosas son tus
obras, Señor, Dios omnipotente; justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los
siglos!”.
Aún así, no
hemos hecho más que asomarnos al misterio que celebramos. Has oído al Señor que
te decía: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará y
vendremos a él”. Vendrá a ti el que amas, vendrá a ti el que te ama; vendrá
a ti, como palabra para ser creída; vendrá a ti, como pan de vida para ser comulgado; vendrá a ti, como
pobre para que lo acudas en su necesidad. Él vendrá a ti: si le acoges, tu vida
será un canto de amor en la ciudad que Dios llenó de alegría.
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